martes, 25 de julio de 2023

 


Qué verde era mi valle de John Ford (1941)


Basta ver la adversión que genera en algunos los diez primeros minutos de esta cinta de Ford para entender su importancia. "Es una película pasada de moda", "las cosas que muestra el filme como valorables ya están pasadas de moda", comentarios como estos están cargados del espiritu revolucionario que ha colonizado nuestras inteligencias (gracias a Dios, la mia se descolonizó), mamandolo desde niños, sin siquiera advertirlo. 

Lo que no debe perderse y se ha perdido, lo que aun perdura pero casi no se ve, un pueblo sano, con varones y mujeres ejemplares, eso es lo que de algun modo resalta la película. No lo hace de manera perfecta, es cierto. Baste decir que el filme trata de una población galesa protestante afectada por la revolución industrial. Sin embargo está repleta de nobleza, respira virtud y amor a lo que de verdad debe amarse y dolor por la corrupción de costumbres. 

¿Puede un católico filmar algo así? Si, porque aunque no haya un sacerdote en el filme, sino un "pastor", un católico puede sacar grandes enseñanzas de ello. Puede decirse: si este que no ha tenido la bendición de recibir la única Fé divina que salva, los medios divinos por lo que somos perdonados y santificados, es decir los Sacramentos; aun así, es virtuoso ¿cuanto mas no debe serlo un católico? Si aún sin la obligación del celibato, don perdido por el protestantismo, se resiste "el pastor" a un amorío que siente que no debe ¿cuanto mas no debe amar la castidad un sacerdote? Además Ford no muestra ni rechazo de la verdad, que no parecen conocer, ni aprobación del error. Especial mencion merece el personaje del padre y capataz de los mineros, un verdadero modelo patriarcal. No ese patriarcado caricaturezco del padre golpista, atontado, y carente de inteligencia y bondad, que es el constante ataque del feminimso. No, eso es atacar la forma viciosa. Si por principio se está en contra del patriarcado, se debe atacar su forma correcta y virtuosa, pero pedir nobleza al progresista al debatir, cuando se alimenta de construcciones ficticias para argumentar, es pedir peras al olmo. 

Podría destacar la dirección cinematográfica, que es impresionante en muchas escenas, pero dejo ese análisis para otros. En este blog, mas de una vez, haremos mas bien hincapié en lo que las peliculas dicen mas que en cómo lo dicen, sin desatender que el cómo también comporta significado. En mi carrera de estudiante de cine el "cómo" importó tanto que nunca se nos dijo algo muy básico: Si la pelicula corrompe al que la ve o promueve el vicio en el comportamiento o resulta ofensivo a Dios o su divina ley, para nada sirve y debe ser censurada. Imposible, es verdad, era que se nos dijera eso en una universidad estatal en la Argentina, donde la educación sin Dios es la norma atea que rige las escuelas estatales, de un estado que dice en su constitución sostener el culto católico; ambiguedades malsanas que nos afectan desde que el veneno liberal se expandió por el mundo. 

Les comparto finalmente, los entrañables primeros diez minutos de esta gran cinta: 





 

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